La leyenda del apóstol Santiago el Mayor

Dice la leyenda que después de la muerte de Jesús y tras la venida del Espíritu Santo los apóstoles se dispersaron para divulgar el Evangelio por los confines de la tierra entonces conocida.

Santiago el Mayor, hermano de Juan el Evangelista, hijo de Zebedeo y uno de los primeros discípulos y más cercanos de Jesús decidió, quien sabe por qué, fue hasta la península ibérica, entonces llamada Hispania, siendo provincia romana.

Recorriéndola de largo y de ancho llegó hasta Galicia predicando la buena nueva con éxito variado.

Consiguió entre sólo 7 o 9 discípulos, llamados los varones apostólicos, pero no se desanimó demasiado…

Ya que cuando estuvo desalentado, lamentándose en la orilla del río Ebro se le apareció la mismísima Virgen, en carne mortal, aún estando viva. Ella lo consoló y le dejó con el optimismo recuperado, también dejando tras de sí un pilar de jaspe en Zaragoza.

Sobre este viaje de tal envergadura no hay constancia hasta que en el siglo Vl lo menciona el Breviario de los Apóstoles, un texto latino redactado en Galia.

Pero si está más documentado, por lo menos recordado por contemporáneos como Flavio Josefo, historiador romano de origen judío, que alrededor del año 44 de nuestra era, en Jerusalén, por orden de Herodes Agripa l. decapitaron a Santiago, como reconocido líder de una secta judeocristiana que consideraban peligrosa.

Pero allí no quedo la cosa…

 

 y aquí volvemos a las leyendas…

Dos discípulos, Atanasio y Teodoro, robaron el cuerpo y la cabeza del apóstol dirigiéndose a la playa y allí encontraron un barco que tomaron, y después sin vela y sin tripulación pero sí, con la ayuda divina y guiado por unos ángeles llegaron a la otra punta del Mediterráneo, cruzaron el estrecho, subieron por el Atlántico y llegaron a un puerto romano llamado Iria Flavia (actualmente Padrón, tierra de pimientos bien conocidos…)

Cerca de allí, después de varias aventuras no menos maravillosas, en un monte dieron sepultura a Santiago, apóstol, el que llamaron también hijo del trueno.

Y allí, sí, quedó la cosa olvidada…                             

hasta unos siglos después…⇒

Buen Camino!