Dice la leyenda que después de la muerte de Jesús y tras la venida del Espíritu Santo los apóstoles se dispersaron para divulgar el Evangelio por los confines de la tierra entonces conocida.
Santiago el Mayor, hermano de Juan el Evangelista, hijo de Zebedeo y uno de los primeros discípulos y más cercanos de Jesús decidió, quien sabe por qué, fue hasta la península ibérica, entonces llamada Hispania, siendo provincia romana.
Recorriéndola de largo y de ancho llegó hasta Galicia predicando la buena nueva con éxito variado.
Consiguió entre sólo 7 o 9 discípulos, llamados los varones apostólicos, pero no se desanimó demasiado…
Ya que cuando estuvo desalentado, lamentándose en la orilla del río Ebro se le apareció la mismísima Virgen, en carne mortal, aún estando viva. Ella lo consoló y le dejó con el optimismo recuperado, también dejando tras de sí un pilar de jaspe en Zaragoza.