El descubrimiento de la tumba de Santiago

Ocho siglos después de enterrar el apóstol, en el año 813, un ermitaño, llamado Pelayo, durmiendo en el raso, se desveló de noche y quedó maravillado contemplando unas luces extrañas.

Estrellas brillando sobre un monte boscoso y deshabitado. Como el fenómeno se repitió durante varias noches, se apresuró a avisar a Teodemiro, el obispo de Iria Flavia quien salió a terreno a investigar.

Ayunaron durante tres días mientras que unos obreros talaron un camino por el bosque y entre la espesura se toparon con algo que parecía un sepulcro. El sabio de la iglesia en seguida se dio cuenta de la importancia del asunto y reconoció sin duda alguna que lo que allí se hallaba, no era otra sino la tumba de Santiago, apóstol principal de Cristo.

Informó al rey de Asturias, Alfonso II El Casto, del hallazgo, quien acudió al lugar, viendo la oportunidad en ello, lo aprovechó para proclamar al apóstol Santiago patrono del reino. Ordenó la construcción de una capilla  que se convirtió gradualmente en un importante lugar de peregrinaje, siendo el mismo rey el primer peregrino (o así pasó a la historia).

Todos esos sucesos darían el nombre al lugar Campus Stellae, o Campo de la Estrella, de donde derivaría al nombre de Compostela actual. 

Buen Camino!