Compostela tiene sus propias guardianas. Se cuentan por cientos y desde hace siglo vigilan sus calles desde las alturas. En la ciudad de los pichos y las fuentes, ellas son las grandes olvidadas, a pesar de haber sido esculpidas con mimo por maestros canteros y tener una función fundamental, la de aliviar el agua que se acumula en los tejados y lanzarla a cierta distancia para que no se dañe la piedra. Las gárgolas protegen algunos de los edificios más emblemáticos del casco monumental. La mayoría son fieras o bestias, entre las que abundan las águilas, los grifos (con cabeza de ave y cuerpo de león) y otros seres fantásticos que sembraban el miedo en la época, porque su misión era la de custodiar los edificios y ahuyentar de ellos a los enemigos.
Una de las personas que mejor conoce los secretos de las guardianas de Compostela es Juan Manuel Segade, guía turístico profesional que desde hace un año realiza una ruta contando las curiosidades, mitos y leyendas que rodean a estas singulares esculturas. Aunque empezó siendo una iniciativa benéfica, pronto vio el interés que generaba. «Iba a ser solo un día, pero ante la demanda abrí una segunda convocatoria y vinieron en total 75 personas», cuenta. El público es, fundamentalmente, de Santiago y sus alrededores. Turistas y peregrinos, dice, prefieren los recorridos por los monumentos típicos.
Las guardianas son muchas, y algunas muy curiosas. «Solo en el entorno de San Martín Pinario hay unas 70, es donde más se concentran, y más de medio centenar en el Hostal dos Reis Católicos», indica Segade García, cuya ruta trasciende a la zona monumental y hace también escala en la Finca do Espiño y en la casa de López Pedre (O Pombal).
La Catedral también está bajo la protección de las gárgolas, aunque la mayoría no están a la vista. El telón que se hizo en el siglo XVIII sobre su fachada las relegó a la sombra. Entre estas joyas ocultas, en la cara que da a la Corticela, está la de un hombre montado sobre una bestia «de gran belleza», destaca el guía. Solamente se puede ver cuando los abades abren la puerta como aliviadero de peregrinos y visitantes en temporada alta o en las visitas pagadas por las cubiertas.
En el segundo inmueble más grande de la Península, el convento de San Martín Pinario, se ha hecho famosa entre los más pequeños la gárgola del pato Donald que, a pesar de su inocente pico patuno, es en realidad una víbora asesina. A pocos metros de ella, hay una bestia de origen persa, la mantícora (con cara humana, cuerpo de león y cola de escorpión), de la que se dice que si caes en sus ojos estás perdido.
Haciendo esquina con la rúa da Moeda Vella, una hermosa sirena que tienta a los hombres de tierra. Siguiendo por esta calle, se encuentra desde una gárgola jacobea, tallada en plena decadencia del Camino, hasta una caricatura grotesca de un personaje de la época, o un moro recordando la Reconquista capitaneada por Santiago matamoros a lomos de su caballo. Y los desnudos del Renacimiento son un motivo recurrente entre las gárgolas del antiguo hospital real, un edificio del siglo XVI que se convirtió en el único refugio para los condenados a pena de muerte. Algunas, como la mujer contorsionista, adoptan posturas imposibles. Otros, directamente, muestran sus nalgas al Obradoiro sin pudor.
Las guardianas de Compostela que se encuentran a más altura están en la rúa Val de Deus y, a pesar se eso, se distinguen perfectamente sus patas y orejas. Burros que parecen rebuznar al peatón, caballos, cabras y otros animales. Los jabalíes son los reyes en San Paio de Antealtares y un lince en posición de ataque defiende sus dominios desde A Conga.
«La mayoría están plagadas de plantas o vegetación y poco cuidadas», lamenta Segade, quien invita a alzar la mirada para descubrir a las reinas de las alturas.
Tras su pico de pato se esconde una víbora asesina, un áspid de aliento seco con el que quema la tierra que lo rodea. Una serpiente como esta mató a Cleopatra.
Una de las pocas caras humanas es la de este peregrino, con su típico sombrero. La gárgola jacobea fue tallada en una época en la que el Camino estaba de capa caída.
Se cree que el hombre que hace aguas mayores en el Obradoiro está inspirado en el Jardín de las delicias, entre otros muchos desnudos que penden de la azotea.
Personaje de la cultura celta, típico de Inglaterra y poco habitual en Galicia. Bajo la parra de A Quintana, este canecillo simboliza la unión con la naturaleza.
A su alrededor todo son águilas y grifos defendiendo el patio. Simboliza el triunfo del amor, de acuerdo a las ideas neoplatónicas en boga en aquel momento.
La gárgola más moderna de Santiago se encuentra en la rúa do Vilar. Pero no hay que alzar la vista para verla. La cabeza de este reptil ofidio de gran tamaño está a pie de calle y escupe el agua con furia cuando llueve.