En el equinoccio de primavera, cuando la noche dura igual que el día, cuando la luz vence a la oscuridad y los días son cada vez mas largos, como todos los años en el pueblecito burgalés de Ortega, se produce un fenómeno asombroso que la sabiduría popular ha dado en llamar desde tiempos remotos como “EL MILAGRO DE LA LUZ EQUINOCCIAL”.
Pero antes que nada, tenemos que hablar de SAN JUAN DE ORTEGA, este burgalés de Quintanaortuño, vecino y contemporáneo del Cid, hijo de Vela Velasco por lo tanto de cuna noble y rica, y quien tuvo un singular porte para la época pues medía dos metros y algo también raro en aquellos tiempos como fue el llegar casi a los cien años.
Fue un gran viajero que llegó hasta Jerusalén y también a Compostela y la experiencia de estas peregrinaciones le hicieron unirse a otro burgalés, Domingo de Viloria, conocido como Stº. Domingo de la Calzada, para así juntos ponerse al servicio de los peregrinos como pontífices, que no es que fueran Papas sino constructores de puentes sobre la Calzada Jacobea.
Después se retiró como ermitaño a Ortega, sobre el Camino de Santiago, donde fundó un santuario y albergue para proteger a los peregrinos en la difícil travesía de los Montes de Oca, donde eran asaltados por maleantes o atacados por los lobos o los osos.
Y es precisamente en este templo románico de este su santuario, donde todos los equinoccios se produce un singular fenómeno que transciende a lo metafísico: en el momento del ocaso, un rayo de sol entra por un ventanuco de la fachada incidiendo sobre la figura de la Virgen que lo recibe entre sus brazos.
Dicho así, parece que no tiene nada de particular, esto de hacer pasar un rayo de sol por un punto determinado ya ocurre en otros sitios, incluso mas famosos, como Stonehenge en Inglaterra o en Uaxactún, Guatemala, sin embargo en Ortega es más asombroso, a poco que repare uno se da cuenta que la iglesia románica se construyó ya pensando en este fenómeno, calculando no ya el Equinoccio, difícil para los conocimientos de astronomía de la época, sino para que también coincidiera el ultimo rayo del sol poniente sobre el único capitel historiado de todo el templo.
Pero no acaba aquí lo asombroso, resulta que en todas las demás iconografías de la Anunciación de María, la Virgen está mirando al ángel, aquí no, aquí María mira directamente al rayo de sol que ilumina su vientre, recibiéndolo entre sus brazos y en ese momento las facciones hieráticas de su cara, típicas del románico, parecen dulcificarse casi en una sonrisa mientras sus ojos parecen deslumbrados por el sol.
No hay que olvidar que todo esto sucede justamente nueve meses antes de la Navidad, esto sin duda, nos transmite una idea de fecundidad, como es la propia concepción de la Virgen y después está el hecho de que el sol en el ocaso parece penetrar en la tierra haciendo resurgir la primavera.
No es extraño por tanto que el santo sea patrono, entre otras cosas, de las mujeres que desean tener hijos, así lo entendieron Isabel la Católica y las esposas de Carlos V y Felipe III que vinieron hasta aquí en busca de su anhelada descendencia. Asimismo el santo es patrón de los arquitectos técnicos, como constructor que fue, y también lo es de viandantes, camineros y campesinos.
Texto de Yagüe Garcés. Visita su Blog